miércoles, 15 de junio de 2011

Filosofía, Psicopatología y Cuerpo

En la actualidad, solemos denominar o pensar acerca de la filosofía, como una disciplina encargada de la discursiva de los fenómenos, o como una simple teoría del conocimiento competente a ciertas áreas y se nos hace casi imposible pensar en ella, como una ciencia práctica aplicable a nuestras actuales profesiones. De esta manera, estamos volcando nuestra mirada y la estamos desviando del propósito y de la concepción inicial que los filósofos tuvieron de ella, pues estos la concebían como un estilo de vida, como una manera de encontrarle sentido a la existencia, como un “ars vivendi”, como una manera de lograr sincronía con la naturaleza, en resumidas cuentas, como manera de obtener “salud mental” y ésta solo puede ser lograda de manera práctica (Sampson, 2000). Así pues que para los filósofos, su teoría y reflexión más que ser simple palabrerías, era psicoterapia, era práctica.

Otra disciplina que desde la antigüedad ha tenido un impacto sobre las personas, ha sido la medicina, pero tampoco entendida como la medicina actual, sino como una medicina únicamente corporal, donde los procesos mentales o de la “psique” eran aún incomprendidos y es desde esta perspectiva como nos encontramos con prácticas como las craneotomías, para “expulsar los espíritus” que hacían a la gente actuar de manera desordenada. Quienes eran encargados de estos fenómenos del alma, era la filosofía o “medicina del alma”.

Desde la filosofía, se nos ha planteado un dualismo entre cuerpo y alma, pero este dualismo no solo es cartesiano, también Platón consideró al cuerpo como prisión del alma; Pitágoras como tumba del alma; Kant lo hace preso de la razón; y el cristianismo, producto de su influencia de los filósofos, por mucho tiempo adopto esta concepción dual del ser humano. Pero este dualismo con el paso del tiempo, ha tenido que replantear su posición y asumir al hombre, como una unidad de mente y cuerpo. Si bien la opción dual se ha tenido que repensar, fue esta concepción, la que permitió a los estudiosos del cuerpo y de sus enfermedades (medicina) y a los estudiosos del “alma” o más bien “mente” (filosofía), encontrar puntos de convergencia sobre los cuales formular una psicopatología, desde una tradición medico-filosófica (Sampson, 2000). A partir de ese momento se comenzó un trabajo conjunto interdisciplinar, donde las enfermedades del alma se daban, porque existía un cuerpo (Sampson, 2000).

De esta manera hemos llegado a un tema que me parece importante tocar y es el del cuerpo, pues es este el que sufre las patologías que hasta nuestros días hemos logrado explorar; como decía Jaspers “Para el hombre…es base de su enfermedad su imperfección” (Portuondo, 2007) .

“El cuerpo es lenguaje…cuando mis palabras no son suficientes o cuando no se puede verbalizar y expresar con palabras lo que queremos decir” (Enrique León, 2005) y éste habla a través de sus manifestaciones biológicas, a través de reacciones a desequilibrios, los cuales llamamos síntomas.
Desde una concepción freudiana, hablaríamos del síntoma como una manifestación de los conflictos existentes entre las estructuras psíquicas; y son estos conflictos, estos desequilibrios, estos síntomas, los que demarcan cada tipo de psicopatología. Con la llegada de una patología, el cuerpo pasa de ser un ente que interviene, a ser un objeto que debe ser atendido y es por eso que cuesta tanto la aceptación de ella, pues cambia la dinámica de vida; pasamos de trabajar, estudiar, pasear, divertirnos, comer, etc.… para dedicarnos exclusivamente a la resolución o tratamiento del problema; es por esto también que los griegos, le daban vital importancia al cuerpo y vivían casi que bajo una idea de “divinidad corporal”, incluso, lo que el hombre comía no era lo que comían los animales y si comía lo mismo, sobrevendría el sufrimiento (Sampson, 2000), para poder así, conservarse íntegramente. En la actualidad, poseemos a nuestro alrededor personas que parecerían “griegos extremistas”, pues le otorgan una divinidad al cuerpo y se sumergen tanto en la cultura “DIET” (Enrique León, 2005), que sin pensarlo, llegan a desarrollar patologías como la anorexia y bulimia; claro está que no pretendo generar sentimientos aversivos hacia el cuerpo, pues un cuerpo despreciado, silenciado, paralizado y fragmentado, desenlaza también en problemas; antes bien, lo que busco es desinstrumentalizar el cuerpo como objeto de consumo o que se puede vender, porque cuando el cuerpo es considerado como un instrumento y nada más, es cuando se presenta el origen de la enfermedad psicológica.

Encuentro pertinente finalizar con esta reflexión de Enrique Arbeláez, sobre el cuerpo como instrumento: “ Nuestra cultura es una cultura del cuerpo, pero de ese que nos presentó Descartes como “cosa extensa”, privándolo de sentido; ese cuerpo objeto regido por leyes físicas, cuantificado y en movimiento; es el cuerpo cosificado, descentrado del sujeto, desacralizado y asimilado al cadáver” (Enrique León, 2005).

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